Cómo usar desinfectantes en el entorno hospitalario

La limpieza y la desinfección son las herramientas más eficaces para prevenir la infección hospitalaria. Ésta ha de ser sistemática y frecuente para que realmente sea efectiva. Los centros de salud se rigen por estrictos protocolos de higiene que incluso determinan qué tipo de productos se deben usar y en qué zonas o superficies se pueden aplicar. Nos centramos en los desinfectantes.

En España, en base al marco legislativo de la Unión Europea, se ha establecido una clasificación de los desinfectantes hospitalarios en función del uso al que van destinados:

1. Biocidas: son aquellos antisépticos para piel sana y los desinfectantes de ambientes y superficies utilizados en los ámbitos clínicos o quirúrgicos que no entran en contacto con el paciente directamente (pasillos, zonas de hospitalización, mobiliario,…). Éstos requieren autorización sanitaria como Desinfectantes otorgada por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) y deberán exhibir en su etiquetado el número de autorización “nº-DES” que corresponda a dicha autorización.

2. Productos sanitarios:  son aquellos que se destinan específicamente a la desinfección de productos sanitarios. Estos productos deben exhibir el marcado CE en su etiqueta acompañado del número de identificación del Organismo Notificado que lo emite. Se subdividen en:

Clase IIa → Desinfectantes de productos sanitarios no invasivos (incubadoras, camillas, monitores,…).

Clase IIb → Desinfectantes de productos sanitarios invasivos (endoscopios, instrumental quirúrgico,…).

3. Medicamentos: los desinfectantes que se destinan a aplicarse en piel dañada (heridas, cicatrices, infecciones de la piel,…). Éstos deben poseer la correspondiente autorización de comercialización como medicamento otorgada por la AEMPS y su etiquetado debe ajustarse a lo establecido en el Real Decreto 1345/2007.

Tal y como plantea un artículo publicado en el portal especializado Cleanlink.com, desde Entornosaludable recomendamos elegir el producto apropiado en función de la finalidad prevista (área, superficie, material, etc.) así como  seguir las instrucciones de uso del fabricante que  aparecen en la etiqueta del mismo, ya que los productos homologados han sido probados y son seguros siempre y cuando se utilicen de acuerdo con éstas indicaciones.  Para ello, también es necesario que los profesionales implicados estén debidamente formados y sensibilizados con estas normativas.