La batalla por la temperatura del aire acondicionado es una constante para aquellos trabajadores a los que les toca pasar el mes de agosto en la oficina. Según los últimos datos de la II Edición del Barómetro HGS sobre Salud en Entornos Laborales, un 22,3% de los trabajadores piensa que se realiza un mal uso de los aparatos de aire acondicionado en su empresa. En cambio, existe un 53,7% que defiende la manera como se utiliza este dispositivo en el centro de trabajo.
Esta disparidad de opiniones y debates podrían acabarse en las próximas semanas debido a un estudio holandés publicado por la revista Nature Climate Change en la que parece que se ha encontrado una fórmula magistral para climatizar las oficinas a gusto de todos.
Las mujeres suelen quejarse de la sensación de frío que tienen en la oficina, mientras que los hombres se encuentran a gusto con la temperatura establecida. Este estudio demuestra que tienen razón en sus quejas, ya que la mayor parte de los centros de trabajo se basan en unos estándares matemáticos que únicamente tienen en cuenta los valores del género masculino.
En la investigación, realizada por expertos en el Hospital Universitario de Maastricht, se descubrió que los termostatos de las oficinas siguen un modelo de confort térmico desarrollado en 1960. En ese estándar, se tienen en cuenta factores como la velocidad del aire, la temperatura ambiente, o la ropa que se lleva en relación a un hombre medio que tiene 40 años y pesa 70 kgs. Aquí se encuentra la razón al motivo de las quejas de las mujeres por la temperatura a la que deben trabajar.
Este hecho provoca que se trata de un modelo desfasado en la actualidad, debido a que en la actualidad conviven en las oficinas hombres y mujeres de características muy similares. Otro aspecto que explica esta guerra de sexos por el aire acondicionado, es que los hombres no suelen variar su vestuario en verano, ya que mantienen sus trajes y corbatas pese a encontrarse en pleno mes de agosto. En cambio, las mujeres utilizan prendas de ropa más ligeras como sandalias, faldas o blusas de tirantes.
Todas estas investigaciones aportan datos científicos a una realidad que tiene lugar cada verano en diferentes oficinas e introduce nuevos parámetros a tener en cuenta para medir el confort térmico.
Además no podemos olvidar que un pequeño gesto puede comportar un ahorro significativo de energía en las empresas. Por ejemplo, la utilización de la corbata en los hombres durante los meses de verano supone una elevación de 2 grados de la sensación térmica. Si se opta por suprimir la utilización de esta prenda, se puede disminuir el aire acondicionado en un par de grados, lo que se traduce en un ahorro energético que puede llegar al 5%. Combinación perfecta entre confort térmico y la sostenibilidad.