Hace décadas que todos nos planteamos si los avances tecnológicos nos acabarán pasando factura. En casa, en el trabajo… en múltiples espacios y durante muchas horas convivimos con distintas ondas y campos electromagnéticos. Aunque son muchos los estudios que se han realizado hasta el momento sobre los posibles efectos en la salud de la tecnología de radiofrecuencia (RF), éstos no llegan a ser concluyentes.
Aun así, prestigiosos médicos y terapeutas confirman que una continuada exposición a radiaciones puede llegar a afectar al sistema inmunológico puede provocar enfermedades. Fatiga, insomnio y alteraciones del sueño, pérdida del deseo sexual, agotamiento, depresión, irritabilidad… Son algunos de los posibles síntomas de la contaminación eléctrica y electromagnética. Por prevención, no está de más que nos protejamos de las radiaciones, especialmente durante la noche que es cuando nuestro organismo se regenera.
Hasta ahora, los efectos en la salud desde los campos de radiofrecuencia venían señalados por los científicos en un aumento de la temperatura corporal, a partir de 1ºC, debido a una exposición muy intensa que sólo llega a producirse en determinadas instalaciones industriales. Los niveles de exposición a la radiofrecuencia de estaciones de base y redes inalámbricas son tan bajos, que los aumentos de temperatura son insignificantes y no afectan a nuestra salud.
Por lo tanto, ¿es seguro que utilicemos el Wi-Fi en el trabajo? Según los expertos en salud independientes, si se cumplen los límites estipulados, no se aprecian efectos en la salud.
El Wi-Fi nos permite mayor libertad para trabajar en oficinas. Ya no es necesario estar anclado a una mesa para trabajar. Y la realidad es que estos dispositivos usan una potencia muy baja y consumen transmisiones de radiofrecuencia muy bajas, con lo cual permite una alta seguridad a todo el personal.
Una señal Wi-Fi utiliza sólo 100 miliWats de potencia. Esto es menos de la mitad de potencia que emplea nuestro teléfono móvil. Además, estas conexiones son “silenciosas” hasta que los datos transmiten, por lo que las señales de radio únicamente se generan durante la transmisión real de datos. Aún en el caso de accesos a cientos de megabytes por día, realmente sólo transmiten por un período muy corto al final.
No obstante, y como decíamos, por prevención, podemos seguir una serie de sencillas medidas:
- Procurar que los cables de los ordenadores y la instalación eléctrica nos pasen lejos de las piernas.
- Utilizar siempre que podamos el teléfono fijo.
- Sustituir los teléfonos inalámbricos por teléfonos de hilos. Los teléfonos inalámbricos de sobremesa son incluso más peligrosos que los teléfonos móviles y que las antenas de telefonía. Y si tiene que ser inalámbricos, intentemos que sean de baja frecuencia.
- Si tenemos que hablar muchas horas a través del teléfono móvil, mejor hagámoslo a través de unos auriculares y aleja el móvil de la cabeza y del cuerpo mientras hables.
- Apagar el Wi-Fi cuando no lo usemos. Muchos routers permiten desconectar la función Wi-Fi sin necesidad de apagar el aparato.
- Aunque no estemos hablando por teléfono móvil, mejor llevarlo alejado del cuerpo. El teléfono encendido no deja de emitir señales y, por tanto, aunque no lo usemos también emite radiaciones.
- Ventilar la oficina al menos 15 minutos cada día. Esto no sólo mejorará la calidad del aire, sino que reducirá la carga electrostática.
- Dosificar las horas que pasamos conectados a los aparatos tecnológicos, es saludable no sólo físicamente, para evitar las radiaciones, sino también psicológicamente, para evitar adicciones.
- Antes de acostarnos, es bueno caminar un rato descalzos en contacto con el suelo. Descargaremos las radiaciones acumuladas durante el día.
10. Tomar antioxidantes cada día para contrarrestar los efectos de las radiaciones acumuladas. Comer fruta y mucha verdura de hoja oscura; como más oscura sea la hoja más vitamina C tendrá.
La Organización Mundial de la Salud concluye que teniendo en cuenta los muy bajos niveles de exposición y los resultados de investigaciones obtenidos hasta el momento, no hay ninguna prueba científica convincente de que las débiles señales de RF procedentes de las estaciones de base y de las redes inalámbricas tengan efectos adversos en la salud.