Seguridad en las residencias de la tercera edad: Más vale prevenir que curar

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Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y del European Network for Safety Among Elderly (EUNESE), el 30% de las personas mayores de 65 años sufre una caída al menos una vez al año. Esta cifra se eleva al 50% cuando hablamos de personas mayores de 80 años. Lo realmente sorprendente, es que la mayoría de estas caídas se producen en residencias para la tercera edad o centros sociosanitarios.

Si nos paramos a pensarlo, este último dato es lógico considerando que en las residencias se encuentra una gran cantidad de personas mayores. No obstante, desde el punto de vista de los gerentes o gestores de estos centros, no debemos conformarnos y debemos reflexionar si hay algo que podamos hacer al respecto. De lo contrario, este índice podría convertirse en una publicidad pésima para nuestro geriátrico.

Por eso, no solo es importante trabajar los parámetros de seguridad de los diferentes espacios, sino que también es esencial potenciar la seguridad emocional de los habitantes de dichas residencias. En ocasiones, el miedo a una caída es tal, que los propios pacientes se autolimitan por tal de no sufrirla.

Bajo ningún concepto debemos mirar para otro lado cuando un anciano se niegue a salir de la cama por miedo a sufrir un resbalón y hacerse daño. Se supone que, una residencia, precisamente, debe ser un lugar donde los pacientes se sientan libres y seguros. Y no solo porque están en manos de profesionales, sino porque los espacios les ofrecen esta garantía que no encontrarían al pasear por la calle.


CONSEJO EFEBÉ


 

Las principales causas de caídas en residencias para la tercera edad se deben a pisos mojados o húmedos, una altura incorrecta de la cama, iluminación insuficiente en diferentes espacios o pavimentos con un mal mantenimiento, entre otras cosas.

Desde Efebé insistimos en la necesidad de reforzar todos estos puntos y apostamos por la luz natural en detrimento de la artificial ya que, según varios estudios, la primera incide positivamente en el estado de ánimo y de salud de los propios pacientes.

Si algunos de estos puntos están en la mano de los gestores de residencias, no deberían pasarlos por alto. En ocasiones, más vale invertir en mejorar el espacio y por lo tanto el bienestar de pacientes y trabajadores, que ganarse una mala publicidad debida derivada de una mala gestión.

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