Somos muy poco conscientes de hasta qué punto algo tan sencillo como lavarnos las manos puede resultar enormemente beneficioso para nuestra salud. Desde la Organización Mundial de la Salud (OMS) nos recomiendan lavarnos bien las manos y con la frecuencia necesaria, ya que éstas actúan, en muchos casos, como vehículo de transmisión de microorganismos. Se trata de la medida más eficaz, y también la más barata, para el control de las infecciones en general. Por lo tanto, modificar o cambiar nuestro comportamiento al respecto resulta esencial para asegurar que la higiene de manos forma parte de nuestra rutina.
Y tan importante es realizar la higiene de manos en sí misma como el hacerlo de la manera apropiada, es decir, usando la técnica y el producto adecuado, asegurando así unas manos libres de contaminación.
La higiene de manos comprende dos métodos, el lavado de manos convencional con agua y jabón y la fricción de manos con preparados de base alcohólica (sin agua) como, por ejemplo, Purell®. Debemos tener en cuenta que estos dos productos no deben utilizarse de forma conjunta y que, si las manos están visiblemente sucias y/o después de usar el aseo, siempre habrá que lavarse con agua y jabón. Importantísimo también realizar una correcta higiene de manos cuando se manipulen alimentos.
Recordemos que, para que la higiene de manos sea eficaz, el producto que se utilice debe llegar a toda la superficie de la mano. Utilizar productos que faciliten mantener la piel íntegra y, en el caso del lavado con agua, utilizar una toalla de papel (de un solo uso) para el secado de las manos y posterior cierre del grifo (evitar el contacto directo con las manos).
Determinados sectores como, por ejemplo, el sanitario, cuentan ya desde hace unos años con programas específicos destinados a mejorar la higiene de las manos y disminuir así las infecciones asociadas la atención sanitaria.