Luminosidad y amplitud marcan la diferencia en las residencias para personas mayores

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Buscar y elegir una residencia geriátrica se convierte a menudo en un proceso difícil y doloroso para los familiares de las personas mayores. Hace falta depositar confianza tanto en la residencia como en el equipo de profesionales que allí trabajan, ya sea cuidando a los residentes como manteniendo un entorno saludable y de bienestar. Una mala elección puede generar con el tiempo preocupaciones y por eso, a pesar de que a veces el contexto no lo haga posible, se recomienda tomar la decisión de una forma reflexiva y sosegada.

Tal y como explica la guía técnica “Residencias para personas mayores en la provincia de Barcelona”, editada por la Diputación de Barcelona, el futuro usuario y sus familiares tienen derecho a conocer el Reglamento de régimen interno de la residencia y a exigir una visita a todas las dependencias del centro. De este modo, obtendrán los argumentos necesarios para valorar si el residente disfrutará de los mismos niveles de confort, higiene y bienestar que tendría en su hogar.

Así, en el momento de visitar una residencia algunos de los aspectos más importantes que hay que evaluar son la amplitud, comodidad, luminosidad y aireamiento de las habitaciones, de los espacios compartidos y de las salas de terapias específicas. Aspectos que también subraya el informe “Factores de éxito de los servicios en residencias para personas”, elaborado por el Instituto de Biomecánica de Valencia y la Asociación para el Cuidado de la Vida.

Hay que fijarse además en el estado de salubridad de todas las dependencias, especialmente de cocina y baños. La habitación es otro de los puntos clave: si es individual o compartida (para garantizar una mayor o menor intimidad del residente), si dispone de teléfono, de camas adaptadas, si cuenta con la posibilidad de traer equipamientos del propio hogar, etc.

En referencia al espacio, ambas guías resaltan que los centros residenciales deben estar emplazados en lugares salubres, ocupando un único edificio o varios espacios comunicables, de forma que constituyan una unidad. Esta unidad debe garantizar la seguridad, la integridad física, el acceso y la circulación de los residentes, incluyendo a personas con movilidad reducida. Deben disponer de rampas, ascensores, pasamanos, etc. además de ser lo suficientemente amplios para permitir el movimiento de camillas y sillas de ruedas.

Es importante que todos los espacios cuenten con iluminación natural y ventilación exterior, ya que se garantiza una mayor calidad del entorno. La higiene debe ser constante, especialmente en los baños, y para ello, se recomienda el uso de suelos no deslizantes y de fácil limpieza.  El centro debe dispone como mínimo de un lavabo y un WC para cada cuatro personas, así como de una ducha para cada ocho residentes. También hay que contar con zonas diferenciadas para almacenar los materiales limpios y zonas donde depositar los residuos.

Finalmente, se considera un valor añadido que los residentes dispongan de unidades sectorizadas por tipo de dependencia y de espacios de reunión o para recibir visitas, al margen de la propia habitación. Además se deben valorar otros aspectos como la oferta de servicios de atención médica, sociocultural, de animación, de cocina, entre otros; el número y tipología de residentes del centro; o el ambiente entre usuarios y trabajadores del centro.

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