La seguridad y la protección son dos aspectos clave para la gestión de los centros escolares. Sus pavimentos deben tener unas características que eviten en todo momento las posibles caídas de los más pequeños. ¿Cómo deben ser? ¿Qué hay que tener en cuenta a la hora de mejorarlos? ¿Qué normativa se sigue al respecto?
El 15% de los accidentes infantiles se producen en los centros escolares, según un informe elaborado por la Comunidad de Madrid. La ignorancia del peligro, la curiosidad o el impulso de autonomía son algunos de los factores que inducen a los más pequeños a sufrir lesiones derivadas de caídas o tropiezos. Por todo ello, el pavimento de los centros debe tener unas condiciones que minimicen todos estos riesgos.
Estos elementos deben tener dos características esenciales, deben ser antideslizantes y sin resaltos y si tienen desnivel deberán disponer de las correspondientes barreras de protección, tal y como comentamos en Entorno Saludable en un artículo anterior.
El documento básico de Seguridad de Utilización y Accesibilidad establece una serie de pautas a seguir a la hora de definir las características de los pavimentos:
– las juntas no deben tener resaltos que superen los 4 mm
– los desniveles que no superen los 5 cm deberán resolverse con una pendiente que no exceda el 25%
– en las zonas de circulación no pueden haber escalones aislados ni situarse dos de ellos de forma consecutiva
La empresa Efebé ha desarrollado recientemente una acción en el centro El Sucre. El pavimento del patio del colegio se encontraba en mal estado, ya que acumulaba agua debido a una deficiencia arquitectónica. Este hecho provocaba resbalones e impedía el uso del mismo en los días de lluvia, lo que lo hacía impracticable.
La ejecución para mejorar la instalación consistió en levantar toda la superficie, rehacer las pendientes y colocar un nuevo pavimento de panot. Además se instaló una canal de desagüe para evitar los encharcamientos y una reja microperforada con unos pequeños agujeros para evitar que los escolares pudieran introducir los dedos o bien tirar objetos.
Actuaciones como esta tienen la finalidad mejorar las condiciones de los centros a la vez que evitar y reducir el número de accidentes que sufren los escolares dentro de los centros educativos, unas instalaciones en las que pasan la mayor parte del día.