Nunca llueve a gusto de todos. Y es que nadie consigue ponerse de acuerdo con la temperatura a la que debe estar el aire acondicionado o la calefacción en la oficina. Y si a esto le sumamos los catarros, los dolores de cabeza, el malestar… ¡la situación se vuelve insostenible!
Hace unos años, el Gobierno optó por fijar la temperatura de sus ministerios en 24 ºC para ahorrar energía, ¿pero qué nos dicen los expertos?
El Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo, y cumpliendo el Real Decreto 485/1997 encargado de regular las disposiciones mínimas de seguridad y salud en los lugares de trabajo, marca una temperatura de entre 17 y 27 ºC para trabajos realizados en oficina, y de entre 14 y 25 ºC, en locales en los que se realizan trabajos ligeros.
El INSHT también nos recomienda que, dado que en invierno llevamos ropa más abrigada, la temperatura debería mantenerse entre 17 y 24ºC y en verano, que solemos vestir ropa más ligera, entre 23 y 27 ºC. Esto quiere decir que cuando se utilicen sistemas de calefacción, deberemos cuidar de que tampoco se generen temperaturas excesivamente elevadas en invierno.
Y de igual manera, si en verano se utiliza el aire acondicionado, debemos vigilar para que la temperatura no se reduzca en exceso. Porque si la existente es inferior a 10ºC o superior a 27ºC, se puede dar un riesgo de estrés térmico, llegando incluso a una situación de alteraciones en el sistema vascular, temblores, pérdida de conocimiento, mareos, vértigos, trastornos circulatorios y cardíacos.
Sin llegar a estos extremos, una temperatura no adecuada puede producir numerosos catarros, molestias e incomodidad a los trabajadores, afectando a su bienestar, a la ejecución de las tareas y a su rendimiento laboral.
Por su parte, el Reglamento de Instalaciones Térmicas de Edificios nos introduce, a nivel legal, limitaciones en las temperaturas que debemos utilizar en los edificios de uso no residencial, como la oficina, y prevé que la temperatura no debe bajar de 21ºC en verano ni superar los 26 ºC en invierno, y estipula las temperaturas de diseño de los sistemas de climatización entre 20 y 23ºC en invierno y entre 23 y 25ºC en verano.
Además, nos da buenos consejos como medida de ahorro y uso eficiente de la energía:
– Evitar subir y bajar bruscamente las temperaturas de las instalaciones. Hacerlo de forma gradual para evitar los altos consumos de energía y aumentar la vida útil de los aparatos eléctricos.
– Apagar la climatización cuando el edificio se vacía y disminuir la intensidad en salas que no se utilizan continuamente.
– Conocer las características del sistema y los requisitos y posibilidades de actuación de cada uno para su buen funcionamiento.
– Frente a los 500W necesarios por puesto de trabajo para proporcionar frío, un ventilador no requiere más que de 20 a 30W.
– Instalar dispositivos de regulación y control de la temperatura. Esto permite un ahorro de energía del 20%, además de mejorar el confort.
– Revisión periódica y mantenimiento de los sistemas.
Como vemos, prevenir molestias y enfermedades debidas a una mala climatización y beneficiar el ahorro energético es sencillo. Combatir los riesgos en su origen, tener en cuenta la evolución de la técnica y adoptar medidas que antepongan la protección colectiva a la individual. Es decir, que si la empresa no dispone de un sistema de calefacción adecuado, tendrá que cambiarlo. Y no puede decidir que en lugar de ponerlo… ¡el personal tenga que trabajar con abrigo, bufanda y guantes!